Cuando le damos de comer a nuestro hijo, estamos dándole mucho más que el puré que está en el plato. Le transmitimos amor y cuidado, le enseñamos qué y cómo comer y qué puede conseguir de nosotros cuando come y cuando se niega a hacerlo.
La comida es una necesidad básica y está muy cargada emocionalmente; por eso no hay que usarla ni como premio ni como castigo. Estemos atentos a no enseñarle a calmar cualquier malestar con comida. Si llora o está aburrido, no intentemos solucionarlo con una galletita o una manzana.
La ingesta de nutrientes es tan importante como enseñarle a relacionarse saludablemente con los alimentos. El momento de comer debe ser tranquilo y placentero, disfrutando de la comida y del encuentro. Es prioritario que aprenda a comer por sí mismo; si es con la mano o con la cuchara no es tan importante ahora.
A partir de los dos años le hace bien compartir la mesa familiar. Papá, mamá y los adultos que compartan la mesa no solo serán buenos modelos para que el niño aprenda a comer bien, sino que su compañía lo hará sentirse parte del grupo familiar. Para lograrlo habrá que ajustar las expectativas. No podrá quedarse en la mesa largo rato, seguramente ensucie y haga cosas molestas. Paciencia, irá aprendiendo de a poco. Los modales los aprenderá sobre todo al observarnos, pero el aprendizaje demora un poco.
Durante la comida procura:
🌟 No hacer un circo a su alrededor a la hora de comer. Es suficiente con acompañarlo, hablarle, conversar o contarle un cuento.
🌟 No acostumbrarlo a comer mirando TV.
🌟 No obligarlo a comer cuando no quiere, es saludable que respetemos sus señales de saciedad.
🌟 No obligarlo a comer alimentos que le disgustan.
Con amor, cariño, paciencia, buen humor y creatividad podemos estimular a nuestro hijo a probar nuevas comidas. Sin presiones, estrés o amenazas.
Bibliografía: ¿Mucho, poquito o nada? Guía sobre pautas de crianza para niño y niñas de 0 a 5 años de edad – UNICEF