El sueño es un período del día o de la noche de duración variable durante el cual los niños descansan, maduran física y psíquicamente y aprenden a independizarse del resto del mundo (sobre todo de mamá y papá) por algunas horas. Entonces, no es difícil llegar a la conclusión de que conciliar el sueño parece ser una tarea complicada para los niños, un verdadero desafío, un momento de gran vulnerabilidad…
Según estudios realizados en la Universidad de Colorado, todos los bebes transitan por ciclos de sueño liviano y profundo durante una misma noche. A lo largo del desarrollo, es esperable que los primeros vayan disminuyendo y los segundos aumentando.
Aproximadamente a la edad de 4 meses, él bebe logra dormir 3 o 4 horas seguidas. Dentro de este periodo hay 90 minutos de sueño muy profundo, y en los extremos el sueño es liviano, casi un estado de semialerta. En estos momentos es cuando él bebe está propenso a despertarse. Minutos después, entrará en la próxima fase de sueño profundo, con lo cual completará su descanso nocturno de aproximadamente 8 horas.
El modo de actuar de los padres durante ese intervalo de vigilia es fundamental. Si encienden la luz, alzan al pequeño o lo alimentan, es muy probable que no vuelva a dormirse tan fácilmente y, peor aún, que el hábito del sueño interrumpido se transforme en una costumbre.
Si por el contrario, al despertarse no encuentra una respuesta inmediata, se verá obligado a encontrar su propia rutina para continuar durmiendo. El recién nacido ya tiene un modo propio de dormir y de despertarse. Por lo tanto, la tarea de los padres se resume sencillamente a generar el ambiente propicio para que el mismo ritmo continúe.
Bibliografía: 0 a 12 meses, manual de instrucciones del bebé – zonapediatrica.com